Nada como el COVID-19 para graficar las complejidades de nuestro país: difícil interculturalidad, deficitaria planificación, precaria infraestructura educativa y sanitaria y, para no hacer un listado más grande; una inexistente política nacional de información pública, en un país de contrastes económicos, culturales, linguísticos, filosóficos y étnicos casi abismales. Gobernar Bolivia, no solo en épocas de emergencia, debe ser una gestión titánica, si es que los gobernantes se lo toman en serio.
Escuchar en los medios a autoridades de gobierno dando informes no necesariamente claros y muchas veces contradictorios sobre la forma de operativizar la cuarentena; es otro drama de esa nuestra complejidad como país. Sin embargo, tampoco deja de ser peculiar la cantidad de ciudadanos que transparentan sus broncas en contra de muchos funcionarios públicos; por todo y por nada, complicando la crisis.
Ver los conflictos del ministro de Obras Públicas, Iván Arias, en una comunidad campesina por La Paz, desgañitándose para que la población respete la cuarentena; da cuenta también de los niveles de desinformación que existe entre la población; no solo frente al COVID-19 sino hacia mínimas medidas de cuidado personal en tiempos de peligro real o latente; y, por supuesto que también da cuenta de la falta de educación e intolerancia que existe en Bolivia: unos que paternalizan sus relaciones y otros que las saturan de conflictividad.
En los 14 años del gobierno del MAS la educación no ha sido su fuerte.
Pese a algunas medidas de dotación de instrumentos como computadoras e internet a un universo no especificado; nuestros niveles de comprensión para alcanzar una sociedad negociadora sobre derechos y obligaciones, son tristemente precarios. En gran parte de los casos, el arma sigue siendo la imposición de demandas “hasta las últimas consecuencias”, la manipulación grotesca de los hechos, la verborrea o la agresión.
En este contexto, pretender socializar conceptos de seguridad personal o bioseguridad; tiene aristas complicadas. Ayudaría que, toda medida trascendental, como en efecto lo es la cuarentena; goce del concurso organizado y concertado de varios niveles de gobierno: nacionales, departamentales y provinciales, y se consigan acciones multidiciplinarias para que cuando salga un mensaje a la población; este oriente y no confunda. No pueden seguir diciendo cosas como: “no pague sus deudas al Banco, pero, este se reserva el derecho de negociación”, ¿verdad?
Por tanto y considerando que es primera vez que todos estamos en un mundo casi de laboratorio, caótico, apesadumbrado y en pánico, y en el cual solo oficiamos como fichas de ajedrez; peleemos la posibilidad de pensar, organizarnos, desterrar nuestras antipatías personales y nuestros intereses políticos y gestionar país. Debemos, también, evitar el despilfarro y/o apropiación indebida de los escuálidos recursos del Estado, a título de luchar contra el Coronavirus, haciendo gala de tradicionales prácticas de corrupción.
Pienso, finalmente, que sería necesario conformar un comité multidiciplinario de emergencia para atender exclusivamente la crisis del COVID-19, a la cabeza del Ministerio de Salud, en coordinación estrecha con el conjunto del Ejecutivo y que este se concentre en trabajar políticas públicas y estrategias, incluyendo planes preventivos, con una visión táctica y coordinada. De esta forma, hasta ahorraríamos en desplazamientos, combustible y derroche de apariciones mediáticas muchas veces sin sentido. En una coyuntura que ya no es solamente sanitaria sino que es fundamentalmente económica y política, no podemos equivocarnos.
FUENTE: EL DÍA
AUTORA: VESNA MARINKOVIC