Bolivia ha deforestado casi 8 millones de hectáreas de bosque, SIN RUBOR
No existe una institucionalidad que regule y controle el estado de los bosques en el país, lo que arrastra una pronunciada pérdida de biodiversidad. Los expertos dicen que es el resultado de un modelo económico con escasos recaudos ambientales y sociales efectivos.
EDICIÓN 128 | 2024
Vesna Marinkovic U.
Debemos reconocer que Bolivia era uno de los países con mayor masa boscosa en el pasado. Más de dos tercios del país eran bosques y no solamente estamos hablando del Bosque Amazónico, sino también del Andino y Chiquitano; este último, un bosque único en todo el mundo”, remarcó Magdalena Medrano, presidente de Lidema, al reconocer que Bolivia pasó de tener 63 millones de hectáreas boscosas en 1985 a 55 millones de hectáreas en 2022.
Medrano fue enfática al señalar que, en términos socioambientales, Bolivia atraviesa un período extremadamente crítico, caracterizado por una pronunciada pérdida de biodiversidad en cuanto a paisajes, ecosistemas, especies y funciones ecosistémicas; intensa contaminación y deterioro de ríos y humedales; como consecuencia de procesos extractivos a gran escala y megaproyectos en áreas protegidas (AP) y territorios indígenas; solo por mencionar algunas de las causas que son resultado de las presiones derivadas del modo de desarrollo imperante, dirigido exclusivamente a un crecimiento económico con escasos recaudos ambientales y sociales efectivos.
Sostiene que el extractivismo minero y petrolero, los megaproyectos viales e hidroeléctricos, o la deforestación a gran escala, asociada a inmensos incendios, están ocasionando profundos impactos en la Naturaleza, los medios de vida y las reservas ecológicas del país, poniendo en riesgo la sostenibilidad de las actuales y, sobre todo, las futuras generaciones.
Asegura que la vulneración a los derechos socioambientales de las personas, organizaciones e instituciones defensoras del ambiente tienen una clara tendencia a empeorar, a la par que el estado del patrimonio natural y cultural del país se deteriorara aceleradamente, debido a la presión sobre los recursos naturales, la escasa y parcial información que llega a la opinión pública, y la omisión en el cumplimiento de deberes por parte de los órganos del Estado, principalmente del Ejecutivo y Judicial, además de gobiernos sub nacionales u otras instancias u oficinas del Estado.
Para Medrano, el discurso del Gobierno de mostrar a Bolivia como un país megadiverso y sustentado en la conservación de sus bosques que cumplen funciones ecosistémicas fundamentales para la estabilidad de grandes regiones y para todo el país, como la absorción de carbono, la regulación climática, provisión de lluvias, control y regulación de caudales; es apenas un discurso “artificioso” a nivel de foros internacionales que no se aplica a nivel nacional, mientras enfatiza sobre las consecuencias de no gestionar adecuadamente la masa boscosa del país que incide incluso en la volatilización del agua y nieves eternas: “si perdemos el Bosque Chiquitano, en las alturas perdemos los nevados”, remarcó citando como ejemplo la desaparición de las nieves en Chacaltaya de La Paz y El Tunari en Cochabamba.
CAUSAS MÚLTIPLES
A su turno, Juan Pablo Chumacero, director de Fundación TIERRA, aseguró que las causas para esta situación son múltiples pero destacó como importantes las políticas económicas que apuntan a promover el modelo agroindustrial de exportación de monocultivos, implementado en Bolivia desde hace décadas y que está basado en la expansión de la frontera agropecuaria vía deforestación.
En esta línea dijo que se ha deforestado casi 8 millones de hectáreas, acotando que buena parte está en el Bosque Seco Chiquitano, otra parte importante en el Bosque Chaqueño propiamente; y, también, en la zona sur de la Amazonía, remarcando que hay una tasa creciente de deforestación en estos últimos años.
“Si hace unos cinco o diez años hablábamos de alrededor de 270,000 hectáreas deforestadas por año, del 2021 y el 2022 se ha deforestado casi 400,000 hectáreas anualmente…”
“Si hace unos cinco o diez años hablábamos de alrededor de 270,000 hectáreas deforestadas por año, el 2021 y el 2022 se ha deforestado casi 400,000 hectáreas anualmente, y esto nos pone en un tercer lugar a nivel mundial dentro de los países más deforestadores; sólo después de Brasil y la República del Congo”, dijo Chumacero.
En su criterio, este crecimiento preocupante de la deforestación tiene en el fondo del problema a la existencia de un plan de desarrollo económico productivo basado en la ampliación de la frontera agrícola y para lo cual se perdonan multas por desmonte, se facilita la otorgación de autorizaciones para deforestar, se promueven asentamientos agrícolas en zonas forestales, a cargo de instituciones como el INRA y la ABT que en estos temas tienen un “triste papel”. De esta forma cuestionó el papel irrelevante que estaría cumpliendo el Gobierno a favor de la protección ambiental en el país.
En esta línea, ambos coincidieron en que “causó estupor la oposición del Presidente boliviano, Luis Arce, a la declaración final de la Cumbre Amazónica, realizada en Belén, Brasil, el año 2023, al oponerse a la propuesta del país anfitrión para adoptar metas destinadas a detener la deforestación”, recordando que representantes brasileros culparon a la delegación boliviana por no alcanzar la meta de frenar la deforestación en la Amazonía.
TASAS DE DEFORESTACIÓN
En cuanto a las tasas de deforestación, el documento denominado El estado socioambiental de Bolivia 2023, de Lidema, sostiene que entre 1995 y 2005 se manejaba una tasa anual de entre 80.000 y 168.000 hectáreas/año, aclarando que la cifra ascendió a más de 300.000 hectáreas/año desde el año 2003, tasa que habría aumentado en los recientes años.
Otro dato preocupante, provisto por Lidema, es que alrededor de un 30% de la cobertura total de bosques en el país, se encuentra al interior de las Áreas Protegidas (AP), destacando importantes superficies en los Parques Nacionales Kaa Iya, Madidi, Noel Kempff Mercado, ANMI San Matías, TIPNIS, Reservas Manuripi y Pilón Lajas. “Para estos bosques, estar al interior de las áreas protegidas no tiene un significado de garantía, pues enfrentan constantes amenazas de avasallamiento de tierras y deforestación, tal es el caso de PN Kaa Iya, ANMI San Matías, PN Carrasco, TIPNIS y Pilón Lajas”, destaca el documento.
En este marco, refiere que los bosques más amenazados en el país, por la deforestación o incendios son; Bosque Subhúmedo -Seco Chiquitano y de Guarayos (Santa Cruz); Bosque Aluvial Húmedo Amazónico (Pando, Norte de La Paz, Norte del Beni, Norte de Santa Cruz), Bosque Húmedo Piedemontano y Preandino Amazónico (Beni,Cochabamba, La Paz); Bosque Húmedos a Pluviales Montanos en los Yungas de La Paz, Cochabamba, Beni, Santa Cruz y Tarija y por supuesto el Bosque Chaqueño.
PALMA AFRICANA DEPREDADORA
En criterio de Magdalena Medrano, “ahora tenemos que hacer el esfuerzo de repoblar los bosques, pero, no como lo está planteando el modelo económico del Gobierno, es decir, con Palma Africana, para cubrir nuestro déficit energético en cuanto a combustibles”, asegurando que “la Palma Africana ha sido rechazada en el mundo entero porque es una especie esquilmante, es una especie que no contribuye ni siquiera con materia orgánica al suelo, acelera la pérdida de biodiversidad en su territorio, atenta la seguridad alimentaria de los pueblos indígenas que viven de los frutos del bosque y es, por tanto, contundentemente depredadora”.
“Este modelo económico, mal llamado de desarrollo productivo-industrial realmente está equivocado en sus lineamientos, en sus pautas de desarrollo”, afirmó Medrano al señalar que proyectos energéticos como la producción de biodiésel, pueden ser apuntalados sin necesidad de tener la Palma Africana, asegurando que existen especies prominentes que no necesitan ni el riego, ni la experticia ni la tecnología ni la patente internacional para producir biodiésel de manera limpia en base a especies nativas y propias del territorio.
A manera de conclusión, Chumacero dijo que hay muchos actores involucrados en los temas de deforestación, “no es solamente el productor ya sea pequeño, grande, mediano, también está el Gobierno, los intermediarios, están los avasalladores, los que viven del tráfico de tierras, hay también un componente ligado a la migración, interculturales, empresas, bancos y un montón de actores con los cuales hay que hacer incidencia para mostrar un cambio ligado a razones ambientales con el objetivo de frenar la deforestación”, remarcó.
En esta línea planteó la necesidad de generar movimientos ciudadanos que logren incidir en la toma de decisiones del Gobierno para un cambio del modelo de desarrollo en el mediano plazo y que, por el momento, habría que buscar la manera de hacerlo al menos más sostenible. Por ahora, queda un escenario casi dantesco a nivel de la gestión de bosques en Bolivia lo cual estaría requiriendo, al menos, de una actualización de la Ley 1333 del Medio Ambiente, promulgada el 27 de abril de 1992.
“…la Palma Africana ha sido rechazada en el mundo entero porque es una especie esquilmante, es una especie que no contribuye ni siquiera con materia orgánica al suelo, acelera la pérdida de biodiversidad en su territorio, atenta la seguridad alimentaria de los pueblos indígenas…”