El Paraíso PERDIDO
EDICIÓN-67 | NOVIEMBRE 2018
Josh Edelson (*)
“Fuegos regulares” que parecen ser el anuncio del Apocalipsis, son parte de la descripción del último incendio más mortífero en California, Estados Unidos. Más de 10.000 hogares se quemaron, se registraron cerca de 80 personas muertas y alrededor de 700 no han sido localizadas…
El año pasado, cuando los grandes incendios asolaron el norte de California, la gente pensó que había sido un hecho aislado. Habíamos tenido un megaincendio y ahora volveríamos a tener los fuegos regulares que por décadas han sido parte de la vida de California. Entonces, apareció el incendio bautizado como Camp.
Los números lo dicen todo. Más de 10.000 hogares se quemaron. Cerca de 80 personas muertas y alrededor de 700 que no han sido localizadas. Es, de lejos, el incendio más mortífero de la historia de California. Simplemente es impresionante.
Camp aniquiló a los incendios del año pasado. Algo difícil de entender.
La mañana que estalló la tragedia, el 8 de noviembre pasado, supe que era algo grande. Un colega me envió un mensaje de texto antes de levantarme.
Como fotógrafo freelance, he estado por años cazando incendios. Junto con otros fenómenos naturales, es una de las cosas favoritas de los fotógrafos. Los cazaincendios monitoreamos estos fuegos con escáneres, Twitter y con grupos de bomberos locales en línea. Pero para cuando me desperté aquel día, se habían quemado más de 400 hectáreas en una área boscosa, con baja humedad y vientos de más de 80 kilómetros por hora. A las 09H00 de la mañana estaba en la carretera con dirección al norte.
LAS CONDICIONES CLIMÁTICAS
En un incendio los bomberos tienen prioridades estrictas. Primero, por encima de todo tienen el objetivo de salvar vidas y después salvar propiedades. Cuando el incendio Camp irrumpió, las condiciones climáticas eran muy parecidas a las que hubo durante los infiernos que se vivieron el año pasado. Así que cuando las llamas se extendieron en los pies de la Sierra Nevada, no había mucho que los bomberos pudieran hacer para pararlas.
Cuando llegué a Paradise, cerca de las 12H45, las llamas ya estaban en pleno apogeo. Me di cuenta de que era uno grande. Una de las primeras cosas que vi fue un hospital envuelto en fuego. Los pacientes había sido evacuados en camionetas tipo vans. No podían estar seguros ni en el mayor centro urbano de la zona. Esto es serio, pensé.
Poco a poco fui dándome cuenta de lo serio que se podía tornar y muy pronto probé su ferocidad. En un momento me encontraba en una intersección donde los edificios de toda la esquina estaban en llamas. Había vientos de 50 kilómetros por hora. Uno podía pasar de tener una visión clara a ser incapaz de ver una mano frente a sí.
Tomé unas cuantas fotos desde el carro y me preguntaba si debía tomar algunas más, cuando un remolino de unos tres metros de ancho se vino contra mí.
Un remolino de fuego es básicamente como un largo torbellino de arena, lo ves como en el desierto. Excepto que en vez de polvo está lleno de brasas.
Yo me protejo de las brasas porque uso el mismo equipo que utilizan los bomberos, pero los remolinos son muy raros e impredecibles. No sabía si iba a crecer o a cambiar de dirección. No quise darle la oportunidad, así que metí marcha atrás y mientras retrocedía un puñado de cables de electricidad cayeron justo frente a mi auto. Había escenas similares en todo el pueblo.
EL PUEBLO NO TENÍA OPCIÓN
Casa por casa, negocio por negocio fueron devorados por las llamas. Vi los principales restaurantes de comida rápida quemados: KFC, McDonald’s, un supermercado Safeway.
Había también un centro comercial, con uno de esos estacionamientos grandes a su alrededor. Normalmente, los estacionamientos son buenos para protegerse porque no hay nada que se queme, pero en esta ocasión no fue así, las llamas devoraron lentamente en su camino el centro comercial y edificio tras edificio. A cualquier lado que iba era así. Sencillamente el fuego estaba en todos lados. El pueblo no tenía opción.
Hay un equipo de tres o cuatro cazafuegos en el norte de California y siempre que cubrimos un incendio compartimos entre nosotros nuestra localización con los teléfonos para estar seguros. También tenemos walkie talkies para comunicarnos y frecuentemente nos mantenemos juntos.
Pero en un momento me separé de todos. Fue entonces cuando tuve el accidente. Me había parado para descargar fotos de mi cámara a la computadora para mandarlas a la oficina de Washington. Pero no había conexión, así que no pude sacarlas. Puse la laptop aún abierta en el suelo del asiento del copiloto y empecé a manejar tratando de captar una señal. Mi cámara y lentes estaban en el asiento del pasajero.
De pronto, vi un cable de electricidad frente a mi parabrisas. Pisé los frenos, las cámaras cayeron del asiento, justo en la laptop rompiendo la pantalla. “@#$#!!!”, me dije. Ahora no tenía forma de archivar mis fotos.
INCENDIO FORESTAL
Estaba en medio del incendio forestal y necesitaba una computadora nueva. Así que salí de Paradise hacia Chico, el pueblo más grande y cercano, a una hora de camino. Recé por poder encontrar lo que estaba buscando.
Para mi suerte lo conseguí. Chico felizmente tiene un Best Buy, una tienda grande de electrónicos. Llevaba mi laptop rota, corrí directo al mostrador de computadoras.
Debe haber sido una de las compras más rápidas que hayan tenido de una Macbook Pro, la gente ahí fue súper buena al ayudarme a configurarla. También tenía que descargar las fotos que estaban en mi notebook roto. Así que lo conecté a la pantalla de un televisor y las saqué ahí. Entré y salí de la tienda en una hora, y regresé a Paradise.
Estuve fuera de la zona del fuego cerca de dos horas, justo en el clímax del incendio. Pero era tan grande que no me perdí demasiado. Cuando regresé una escuela primaria había sido arrasada, así que aún había muchas cosas que capturar.
Para el día siguiente, diría que el 90% del área se había quemado. Una de las cosas que hizo a este incendio tan letal es que irrumpió en una área montañosa donde los caminos son estrechos y la gente que huía quedó atrapada en el tráfico.
Simplemente no pudieron salir. Si el fuego está al lado de una carretera y no hay viento puedes conducir por ese camino, pero cuando tienes vientos que corren a 80-90 kilómetros por hora, las llamas danzan a través del asfalto y no puedes manejar sin que tu vehículo sea atrapado.
La cobertura de los incendios tiene dos partes: el incendio y las secuelas. Fue esta última parte la que realmente me golpeó. Iba manejando alrededor del pueblo cuando vi una carroza fúnebre y la seguí. Tuve un gran acceso para ver los cuerpos. En un momento, estábamos en una casa que había quedado destruida.
Los rescatistas levantaron un techo de metal que había colapsado encima de alguien. Aunque el cuerpo estaba completamente quemado, creo que era una mujer. “Tenía los ojos abiertos y el miedo había quedado congelado en su rostro... Fue como si el pensamiento que tuvo justo en el momento de su muerte, en medio del incendio, hubiera quedado impreso en su expresión” Pude ver la mirada en el rostro y su mano estaba arriba como si ella hubiera tratado de protegerse. Fue como si el pensamiento que tuvo justo en el momento de su muerte, en medio del incendio, hubiera quedado impreso en su expresión.
Bajé mi cámara desanimado. De pronto sentí una conexión y el miedo que pudo sentir al perecer bajo el fuego. Las manos me temblaban. He cubierto muchos incendios forestales, pero nunca antes sentí algo así. No guardé las fotografías por respeto a su familia.
Así fue durante el resto de los días, seguía a los rescatistas buscando cuerpos y restos. Era verdaderamente morboso. Al día siguiente, encontramos a un tipo que estaba tirado boca abajo entre dos automóviles, sus manos contra su pecho. La logística para mover un cuerpo es horrible. Los cadáveres están rígidos, es como mover un maniquí. Tienes que coger la mano, levantar esa parte. Es espantoso, cuando les dan vuelta pueden mostrar pedazos de piel, son un muñeco de trapo. Solo se ve algo así en una película de horror. Miras y solo rezas para que no se caiga con el movimiento una parte del cuerpo. Al mismo tiempo te preguntas cómo murió esta persona, qué estaba haciendo en ese momento, qué estaba pensando.
Con este hombre, traté de tomar fotos con las que no pudiera ser identificado. Pero sencillamente no había manera. No puedo enviar estas fotos, pensé más tarde. Su familia las puede ver y reconocerlo, el vehículo estaba a su lado. Se pondrían furiosos, me imaginé. ¿Cómo te atreves a obligarnos a ver a nuestro esposo, nuestro padre o hijo de esta manera?, dirían ellos, me dije mí mismo. Así que terminé mandando las fotografías de este hombre cuando ya estaba metido en una bolsa. Así fue todo el tiempo. Tuve muchas dudas éticas con este incendio.
Nunca deja de sorprenderme lo que el fuego derrite. Vidrios, matrículas de autos. Lo que queda es interesante también. Como un pequeño camino de pasto por el que llegué a una casa consumida por el fuego. En medio había un esqueleto con una calabaza, era una decoración de Halloween. Era espeluznante.
Estuve cinco días en la zona. Es la cobertura en la que estado más tiempo antes de volver a casa. Del segundo al quinto día estuve solo siguiendo a rescatistas que buscaban cuerpos. Al quinto día me fui a casa, necesitaba un descanso. Extrañaba a mi esposa y ella me extrañaba a mí. Tuve algunas sesiones de fotos corporativas. Sobre todo necesitaba un descanso. Aclarar mi mente. Recuperarme. Después volví a hacer fotos de las secuelas.
Si algo sucede una vez, podría ser una casualidad, si pasa dos podría ser el comienzo de un patrón. Ahora, hemos tenido dos megaincendios en dos años.
El consenso general en mi círculo es que esto es el comienzo de un patrón de megafuegos. Es mucho más grande de lo que habíamos visto antes y, por desgracia, podemos esperar que esto vuelva a suceder.